lunes 6 de mayo de 2024
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Mestre: «Hay gente en la Iglesia a la que le cuesta entender el mensaje de apertura de Francisco»

El obispo abandona la diócesis de Mar del Plata luego de seis años y habló con Mi8 sobre la realidad de la Iglesia. Aborto, celibato, juventudes y los desafíos que enfrenta la institución.

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Por Mariano Suárez.

Gabriel Mestre recibe a Mi8 un día antes de la emotiva despedida que le dio toda la comunidad de Mar del Plata durante su última misa como obispo de la ciudad en la Catedral. Acepta una charla sincera, para abordar las problemáticas y desafíos que enfrenta la Iglesia en tiempos en el que las instituciones caen en descrédito. 

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En pocos días, este marplatense que durante los últimos seis años condujo la Iglesia de la ciudad -su ciudad- se hará cargo del Arzobispado de La Plata por decisión del Papa Francisco.

La charla gira en torno a la línea de apertura de la Iglesia Católica que marca Francisco y a la que Mestre adscribe. Reconoce que muchos -dentro y fuera de la Iglesia- no aceptan esa línea, pero asegura que son los menos. «A veces hacen más ruido«, reconoce. 

Mestre aclara que dentro del aggiornamiento no entra la posibilidad de revisar la postura de la Iglesia ante el aborto: «El mensaje nunca se va a modificar». Pero sí admite que puede ponerse en el lugar de una chica que toma la decisión de abortar víctima de una violación. «Una y mil veces le lavaría los pies«, sostiene.

Matrimonio entre personas del mismo sexo, participación de los jóvenes, celibato y relación con otras religiones forman parte de la charla con uno de los obispos más queridos en la historia de Mar del Plata. 

-¿Qué rol siente que tiene hoy la iglesia en tiempos de una crisis importante económica y social en la Argentina, pero también de descreimiento de muchas instituciones e imagino que la iglesia no es ajena? 

-La iglesia no es ajena a la situación de descreimiento por el peso, justamente, del cuestionamiento de las instituciones, un tema fuerte y duro de cuestionamiento doloroso. Ha tenido que ver con la problemática grave, aberrante de los abusos sexuales por parte de miembros del clero, que claramente ha escandalizado y con motivo, sobre todo en los casos que son verdaderos, y lamentablemente algunos casos son verdaderos y eso es dramático, grave, serio. 

Sin embargo, cuando uno ve algunas encuestas, la iglesia conserva un cierto porcentaje de credibilidad. La iglesia y otras iglesias también, a pesar de estas situaciones. 

En este contexto, yo creo que la iglesia tiene que ser un faro que pueda orientar de manera directa a los cristianos católicos, quienes adscriben la fe cristiana católica, con mayor o menor pertenencia. No tenemos que pensar solamente en el católico que va al domingo a misa, sino también tenemos que pensar en aquel que va caminando a Luján, en aquel que hace la caravana de la primavera en Mar del Plata. 

Es decir, en ese sentido amplio, la iglesia tiene que ser un faro que oriente. Y a la vez, es una referencia en el ámbito de una sociedad pluralista, donde claramente la iglesia puede hacer un aporte, a veces en épocas de grietas, en épocas de dificultad, donde justamente, por no ser un actor político partidario, puede ser un actor político con mayúscula que ayude, y lo hemos tratado de vivir en Mar del Plata con la pastoral social, y yo mismo me he puesto la cabeza más de una vez, en lo que el Papa llama la cultura del diálogo, la cultura del encuentro y la vista social. 

-La llegada de Francisco al Vaticano generó un cambio en la Iglesia. ¿Siente que es suficiente para captar nuevos fieles, para sostener la fe de los cristianos o falta? 

-Hay que seguir profundizando. Yo creo que la línea que nos marca el Papa es clarísima. En este sentido la palabra italiana que se utiliza es el aggiornamiento, es un poco el estar a la altura de los tiempos que corren, pero teniendo presente que el mensaje de la iglesia es el mismo de siempre, adaptado en cada tiempo. 

-¿En qué temas se adaptó?

-Hay cuestiones donde la iglesia abre claramente la discusión. Hoy en día, por ejemplo, un divorciado en nueva unión puede acercarse perfectamente a la vivencia de la fe, comulgar, confesarse, a partir del documento Amoris Laetitia del Papa Francisco. 

-¿Y en otros no?

-En otros, la iglesia guarda claramente sus valores de manera esencial. Tema aborto, un tema crítico. Habrá diálogo, confrontación pacífica. Pero el mensaje de la iglesia nunca se va a modificar porque no tiene que ver con las adaptaciones, porque para nosotros hay un valor de carácter esencial. 

Hay siempre un mecanismo de adaptación, pero hay una permanencia en los valores de siempre. Lo puedo decir para cualquier tema de la justicia social, que tenga que ver con el bien común, que tenga que ver con la integración de los más pobres. Eso es un elemento evangélico que la iglesia nunca va a modificar en su perspectiva, porque claramente está en su ADN. 

-¿Y qué opina del matrimonio entre personas del mismo sexo?

-En eso hay una perspectiva abierta. El Papa Francisco fue clarito ahora en Lisboa, cuando estuvo en la jornada de los jóvenes. Todos, todos, todos. Todos en la iglesia. El que quiera venir tiene que ser parte de la iglesia. En eso la perspectiva es clara. La iglesia va haciendo sus caminos. A veces me han criticado a mí por haber bautizado, confirmado a alguna chica trans o travesti y lo he hecho en la cárcel de manera pública, no escondida. Hay gente en la iglesia que le cuesta entender este mensaje de apertura, de universalidad, que está presente en el Evangelio de Jesús. 

Hay que ir con paciencia, hay que seguir caminando, claramente, y esta perspectiva universalista que la tiene Jesús, donde toda persona que quiera vivir desde el encuentro con Dios tiene que tener lugar en la iglesia católica, no se negocia. Por más que siempre hay neofariseos en la iglesia católica, no sólo curas, sino a veces laicos que de alguna manera buscan cerrar esto. 

El obispo Gabriel Mestre celebró su última misa en la Catedral.

-¿Cómo vive esas críticas?

-Yo siempre recuerdo el segundo año que lavé los pies a los presos de la cárcel de Batán, leí algún comentario en las redes, de personas que se identificaban como cristianos católicos y digo no entendieron nada del Evangelio. Yo no justifiqué lo que hicieron lavándole los pies, no digo que el que cometió un delito tiene que estar afuera. El que cometió un delito tiene que estar encarcelado con condiciones dignas de vida, obviamente. Pero el gesto de lavar los pies, ¿qué entendió esta persona cuando lee el Evangelio, el capítulo 13 de Juan, donde Jesús le va a lavar sus pies a sus discípulos, que son pecadores? 

Hay que seguir haciendo camino, que es lo que claramente el Papa nos alienta y nos invita, a pesar de las resistencias que puede haber, incluso en algunos sectores minoritarios dentro del ámbito cristiano católico. 

-Eso le iba a preguntar, ¿siente que son los más o los menos? 

-Son los menos, a veces por ahí hacen más ruido. La cuestión mediática tiene sus bemoles, lo mediático, el manejo de redes, las personas que reaccionan. Uno tiene que ser inteligente, no dejarse condicionar. Pero creo que son los menos, la línea de apertura que va abriendo el Papa, en el contexto al menos argentino-latinoamericano, va claramente en esa dirección. 

-Está claro que el aborto es una barrera infranqueable para usted y para la Iglesia. ¿Pero logra ponerse en el lugar de una chica violada que quiere abortar por esa situación? 

-Totalmente, con lo cual hay que acompañar con muchísima y misericordia la situación de quien recurrió a un aborto por este motivo. Eso es claro, no hay otro formato y además el que esté libre de pecado que tire la primera piedra en ese sentido, incluso con un tema que uno puede discutir. 

La Iglesia, de hecho, tiene instituciones para acompañar estas realidades. Ain Karem que acompaña a alguna mamá que quisiera tenerlo a pesar de la vulnerabilidad que puede experimentar. Hay otro grupo que se llama Grupo Esperanza para alguna persona que podría haber quedado con alguna dificultad espiritual y psicológica por haber recurrido al aborto. Si alguien viene, hay un ámbito para contener y acompañar donde son laicas y laicos, incluso profesionales. 

Pero la actitud de cuidado, de respeto por cualquier persona que haga algo que no está de acuerdo con los valores que la Iglesia Católica profesa, siempre tiene que ser esa actitud. Una y mil veces lavaría los pies a cualquier mamá que por motivos que yo no tengo derecho a juzgar hubiera realizado un aborto, que obviamente desde mi concepción desde la perspectiva de la vida, creyente y también científica no estaría de acuerdo, pero una y mil veces le lavaría los pies.

-Hizo mención al encuentro del Papa con los jóvenes. Visto desde afuera, a uno le parece difícil la interpelación de la Iglesia hacia la juventud, ¿cómo llega usted a los jóvenes? 

-En esto creo que hay que ir haciendo camino. Es verdad que no tenemos la cantidad de jóvenes que había en la iglesia hace 40 años atrás. Eso es real, pero es un fenómeno social donde el problema de la participación se da en todos los ámbitos. Uno ve los espacios políticos partidarios, tienen dificultades, a pesar de que a veces la militancia ofrece otro tipo de perspectivas, sin embargo, les cuesta tener cuadros. Me ha tocado a mí más de una vez recibir personas del ámbito de los clubes barriales, laicos, que no tienen que ver con la iglesia. Y me dicen «Monseñor, ¿no me consigue gente, personas, jóvenes?» Estamos un poco todos en la misma. Pareciera que en este mundo que tenemos que terminar de decodificar, los formatos de participación son distintos. 

-¿Y cómo se enfrenta?

-Tenemos el desafío de cómo presentarle un Cristo vivo. El Papa Francisco, en uno de los documentos que habla de los jóvenes, dice «Cristo está vivo y te quiere vivo». Una frase cortita, pero ese sería el núcleo donde deberíamos retraducirle a un adolescente de este mundo, de este tiempo, de esta realidad, con siete aritos, con nueve tatuajes y con muchas otras cosas que tienen que ver con la cultura adolescente y de las juventudes de hoy, que Cristo está vivo y que lo quiere vivo, y que no le cuestiona ni le hace historia, ni por el arito, ni por el tatuaje, ni por la realidad que va llevando adelante. Tenemos que hacer un trabajo, dejándonos claramente interpelar por el mundo de las juventudes. 

-¿La Iglesia está preparada para recibir a ese chico de siete aritos y nueve tatuajes?

-Sí, aunque siempre hay gente que se resiste, hay dificultades. En el encuentro Invasión de Pueblos, que es un encuentro que se hace en la Iglesia de Mar del Plata, con unos 800 jóvenes de distintos lugares a fin de septiembre, y ahí tenés chicas y muchachos de todo perfil.

Ahora, que en una comunidad concreta haya una persona que le cueste aceptar o que venga a leer en la misa una chica o un chico con siete aritos y cinco tatuajes, es verdad. Pero nos pasa, por ejemplo, tenemos muchachos y chicas que entran de cura o de monja para estudiar y están tatuados. Y bajo ningún aspecto les pediría yo como obispo que se saquen el tatuaje. Son realidades que hay que ir incorporando. En Mar del Plata claramente la perspectiva es de apertura, siempre queda algún trasnochado o trasnochada que no termina de entender esto que es un elemento esencial del Evangelio de Jesús. 

-Es docente del seminario en La Plata, ¿cuál es la motivación hoy de una persona para ser monja o ser seminarista y llegar a cura? 

-Entregar toda su vida a Jesús a través del servicio al pueblo. Lo fuerte es esto, la identificación con Jesús y el full time. Eso hace la diferencia porque hay mucha gente casada, en nuestras comunidades, con hijos, con familia, con trabajo secular, que entrega su vida a Cristo. A algunos Cristo nos impacta de tal manera que queremos dar toda la vida desde Cristo a la gente con todo el tiempo. Ese es como el elemento que termina de definir si hay una vocación genuina o no. 

Hoy hay un año previo ante entrar al seminario, se trabaja con curas, con un equipo de psicólogos, psicopedagogos, varones, mujeres, un poco para ver claramente la libertad de aquel que elige y la aptitud interior para aceptar este tipo de camino que tiene unas exigencias particulares, como lo tiene cualquier camino. Hay un trabajo previo donde no se negocia esto: identificarse con Jesús y querer entregar todo el tiempo al servicio de la gente desde Jesús. 

-¿El celibato es importante para ese «todo el tiempo» o es algo que también se puede llegar a discutir? 

-Creo que de acá a un tiempo es probable que se discuta, hubo una punta de discusión en el Sino de Amazonia. El Papa eligió en este tiempo no avanzar en ese tema, no sabemos qué pasará a futuro. Creo que manteniendo la belleza y la libertad de la posición celibataria, no estaría mal que hubiera en la Iglesia Católica de rito Latino, como sí lo hay en la Iglesia Católica de rito Oriental, algunos sacerdotes que estuvieran casados. Lo dirá el tiempo. Yo soy más bien proclive a que este tema se estudie y se den caminos de apertura. Pero, por lo pronto, el Papa no ha planteado el tema de manera abierta, como sí ha abierto muchos otros temas.

-¿Cómo es la convivencia con otras religiones que parecen haber tenido un mayor crecimiento en los útimos años?

-Es muy saludable. Por un lado, tenemos un equipo de ecumenismo y diálogo interreligioso, en Mar del Plata, donde hacemos dos eventos al año. Uno es cerca de junio, nos juntamos a rezar los que somos cristianos, en alguna iglesia particular. Este año lo hicimos en la iglesia luterana. 

Después, en septiembre, hacemos uno acá en la escalinata de la Catedral, también con judíos, islámicos y algunos otros. El diálogo es bueno entre los líderes, no hay una gran participación de la gente de nuestras comunidades en estos eventos, pero tienen un valor de carácter espiritual. 

Y después, en algunas temáticas particulares entre el catolicismo y el mundo evangélico -que a veces para algunos temas tiene cierta resistencia con el mundo católico-, con respecto al aborto había una postura común y ahí tuvimos muchos contactos. De hecho, se organizaron cuatro marchas acá. No participé de las cuatro, de dos entendí que no tenía que participar, porque a veces no me convencía la agenda total o quiénes convocaban a este tipo de marchas. Entonces me tomé esa libertad, manteniendo mi postura de obispo católico, que no avalo la realidad del aborto, pero no todos lo entendieron. 

Ahí tuvimos un diálogo mucho más fuerte, con perspectivas distintas. El valor de la vida es el mismo, pero el formato de militancia del mundo evangélico es distinto al del mundo católico. Hay muchas puntas de diálogo, y en este sentido el Papa es un maestro, porque recibe a todo el mundo. Ahora estuvo en Mongolia, en diálogo con el mundo budista.

-¿Qué cree que deja usted de su paso como obispo de Mar del Plata y qué le gustaría que la gente recuerde? 

-El Papa Francisco habla de la cultura del diálogo y del encuentro y yo lo llevo muy adentro en mi corazón y creo que he podido hacer un aporte. Más allá de mi humana fragilidad, de mis pecados, de mis debilidades creo que he podido colaborar un poco en esto y le doy gracias a Dios, a los equipos que he tenido detrás y claramente así creo que tiene que ser mi ministerio.

Muchas veces hay tensiones en la Iglesia y en el diálogo con la sociedad civil; esto de buscar tender puentesm abrir caminos, causas de diálogo es la perspectiva que tenemos para poder solucionar los problemas. Por eso me defino totalmente antigrieta. Ahora tenemos grieta de tres, pero la política partidaria no es la única grieta que hay en el país, hay varias grietas históricas en distintos motivos.

Me defino como antigrieta y quisiera que recordaran y lo han valorado y lo agradezco a Dios y a las personas concretas por esto de buscar tender puentes que realmente creo que es el camino inicial para poder buscar soluciones sostenidas y verdaderas.

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