En tiempos de crisis, cuando el sueldo no alcanza, cuando los precios se disparan, cuando el trabajo es hoy y no sabemos mañana, las dinámicas de consumo cambian: repasamos cuentas, recortamos gastos, achicamos gustos y hacemos artilugios para llegar a fin de mes. En esos momentos, que son los actuales, espacios como la Feria de Plaza Rocha emergen como alternativa de trabajo y consumo para muchas personas: por un lado, para quienes ponen un gazebo y venden sus productos y por el otro, para quienes recorren sus puestos y los usan como puente para poder vestir, para poder calzar y para poder comprar regalitos para esta Navidad.
En semanas de precios siderales y medidas de ajuste, a apenas 10 días de las Fiestas, Mi8 recorrió la Feria de Plaza Rocha, que arrancó en 2015 en la Plaza San Martín, con la entrega de los trueques que eran previamente acordados por Facebook.
Tras 9 años de construcción colectiva, hoy son 330 las familias que cada martes y viernes, de 8 a que caiga el sol, ofrecen ropa, juguetes, zapatos, herramientas y productos de blanquería, entre muchas otras cosas, siempre de segunda mano y a precios súper accesibles.
Balance del fin de semana: el municipio atendió complicaciones por el temporal y diversas infracciones - Entre el jueves y el lunes inclusive, el Cuerpo de Patrulla Municipal (CPM), Tránsito, Prefectura,… Ver nota >
Familiares de Bárbara Tiscornia aseguraron que la nueva imputación de su asesino “cierra un capítulo, con justicia” - Guillermo Caldera y su pareja Andrea Farías fueron detenidos este lunes por abandono de persona… Ver nota >Como “familia feriante”, hay dos grandes deseos que impulsan para este 2024: piden por la plena vigencia de la ordenanza que regula su funcionamiento, en la manzana delimitada por las calles Luro, San Martín, Dorrego y 14 de Julio y también piden porque el Municipio les autorice un día más de Feria porque “en estos tiempos económicos se convierte en necesidad para los que vendemos pero también para los que tienen que comprar”.
Mas gente, más trueque, más días
Vanesa hoy es coordinadora de la Feria, por decisión de sus compañeros y compañeras, y antes vendió muñecos usados, porque se declara fanática de los juguetes. Sin embargo, como muchas otras mujeres, ella arrancó “todo esto” en los trueques de Plaza San Martín.
En un principio, ella intercambiaba la ropa que le daban en la casa donde limpiaba por hora por otras prendas, por comida o por lo que le sirviera en ese momento. “Hacíamos eso para garantizarnos seguridad, porque nosotras pautamos la entrega y no sabíamos con quién nos íbamos a encontrar. Entonces armamos un grupo y pusimos esa plaza como punto. Pero un día, a una la clavaron con el pedido y tiró el paño. Exhibieron una, dos, tres y así se empezó a mantear. Una cosa llevó a la otra y nos trasladaron acá. Empezamos en el piso, con cajas, y luego pudimos poner una mesa, un gazebo, un perchero. Hoy somos 330 familias que vivimos de esto”, sintetiza a Mi8, mientras ultima detalles con un puestero que llegó más tarde y necesita arrancar el día.
Según cuenta Vanesa, desde hace algunas semanas, la crisis se nota más en la Feria. Pero no porque haya caído el consumo, sino porque circula mucha más gente. “Y lo particular es que volvió a aparecer la necesidad de intercambiar. Vienen muchos ofreciendo trueque con ropa o con artículos de bazar. No era algo que estuviera pasando mucho, pero cada vez son más”.
“También -agrega Vanesa- hay más gente que viene a comprar. Tenemos un libro de actas que las personas completan para apoyar a la Feria. Se llenó el cuaderno en estos días”, asegura y dice que los precios “realmente son accesibles y para todos”.
Sobre si registran un incremento en las ventas de cara a las Fiestas, Vanesa comenta: “Notamos que vienen a comprar regalos, pero muchos vienen a comprarse algo para ponerse en las fiestas. Buscan ropa para el nene, para la nena. Quieren estrenar algo en las fiestas y lo vienen a buscar acá, porque así puede resolver para toda la familia”.
Por último, la coordinadora reconoció que hay gente que espera poder sumarse a la Feria. “La situación económica está difícil y muchos se quieren sumar, pero nosotros no podemos sumar más gente acá. En lista de espera habrá unas 200 familias, que es casi otra plaza. Quizás sería bueno, de manera ordenada, habilitar otros espacios porque la gente necesita trabajar realmente”.
Vivir de feria: la historia de «Los tíos»
Alfredo y Mabel son una pareja de jubilados que están juntos desde hace 11 años.
Los dos trabajan en la Feria de Plaza Rocha y son conocidos como el Tío y la Tía.
Él vende calzados y camperas de cuero: antes vendía propiedades.
Ella vende artículos de blanquería: antes era filetera en el puerto.
Los dos aseguran, sin titubeos, que eligen vivir así: de feria.
“Arranqué yo hace 9 años. Después lo traje a él. Arranqué con una mantita con ropa, no venía nadie. Y después me dediqué a la blanquería, porque hay muchos puestos con ropa”, cuenta Mábel, que también tiene a su hijo en la feria, en un puesto de artículos de cocina.
Alfredo, de gorro cowboy y bigote blanco, se sumó a la feria cuando vio que su mujer le vendía los 22 pares de zapatos que él tenía acumulados. “Ahí me llamó la atención y empecé a venir. Con trabajo compramos más mercadería y estos gazebos y todo lo que tenemos. Poder venir un día más es muy importante para todos nosotros. Pensá que si llueve, no venimos, y eso te cambia todo”, razona el hombre, que desde que llega a las 6 de la mañana es el que garantiza la música (tropical) que suena durante toda la jornada.
De camarera a feriante
Alejandra arrancó como Vanesa. De hecho, arrancaron juntas: se conocieron truequeando en la Plaza San Martín.
Según cuenta ahora, mientras monta el puesto de ropa de fiesta, mallas y camisas de oficina, que ya tiene “mucha clientela fija”, el trueque y la venta de manta le sirvieron de sustento cuando “nacieron sus dos hijos más pequeños, uno detrás del otro” y se vio obligada a abandonar su oficio de antaño: camarera de un restaurante con propinas jugosas.
“Tuve que darle una vuelta de rosca a la vida. Vi lo de los remates y estuve dos o tres años con eso. Pero después Pulti valló la plaza y nos vinimos acá junto a un grupo de chicas. Éramos cuatro o cinco gatas locas, pero se empezó a correr la bola de que estábamos acá. Y empezaron a venir y lo empezamos a armar”, rememora ahora, y recuerda “la lucha que hubo que dar para poder trabajar acá”.
“No nos querían acá, nos resistieron un montón, pero nosotras tuvimos constancia porque teníamos que trabajar. De a poco, los remates se fueron disolviendo y entonces se empezó con la venta a precios accesibles. Mis hijos se vistieron toda su vida con ropa de la feria. Los visto bien, pero económico. Yo trabajo acá, pero también consumo. Eso es importante”, dice Alejandra, y asegura que cada vez va más gente a la feria.
“Se la busca como alternativa, sí, pero sobre todo como un modo de vivir. Trabajamos con todo tipo de clientes, incluso con mucho turismo. A la gente le encanta venir y recorrer y comprar. A ellos, económicamente, les re sirve”, desliza y advierte que “trabajar la feria no es sólo venir dos días”. “Los feriantes hacemos un gran trabajo: cosemos las ropas, las lavamos, las ponemos en condiciones. Hay toda una semana de trabajo antes de venir”, asegura e invita a todos y todas a «animarse a venir a la feria, recorrerla, porque seguramente algo se va a llevar: está llena de oportunidades».
