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“Gorditaaaa”: la historia del marplatense José Reyes, el gitano más famoso de TikTok

Sus videos se viralizan en horas y llegan a tener hasta cuatro millones de reproducciones. Para conocer más sobre su vida, la relación con las redes y esa pasión por la comida casera, Mi8 conversó con José y su esposa Margarita en su casa del barrio Santa Mónica.

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José y Margarita, los gitanos más famosos de TikTok

Es verano. José y Margarita pasean por la Peatonal. Sentados en la fuente de los deseos, graban un video. Ella cuenta que se comió seis hamburguesas extra large y reclama un helao a su esposo. Junto a Jesús, su hijo más pequeño, bromean y se despiden de la gente.

El video que suben a Tik Tok explota: 2.3 millones de reproducciones en pocos días.

La cuenta del marplatense José Reyes se transforma en una ventana virtual al mundo gitano

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Veinticuatro horas después de pautar la nota, José abre la puerta de su casa en el barrio Santa Mónica y nos recibe con un beso. Lo mismo hacen sus hijos y Margarita, que se presenta como la gordita, la mujer del gordito y se mata de la risa. 

En el comedor, que también es living y habitación con dos camas, nos convidan con un vaso retacón de vidrio, apoyado sobre una compotera blanca de cerámica. Adentro, en una infusión con dejo a canela, flotan gajos de manzana, de ciruela, de banana y de naranja. 

La primera parte de la conversación transcurre con dos té gitanos por cabeza, preparados en un Samuari de plata: una tetera antiquísima que es heredada de la familia Reyes, que ya suma cuatro generaciones de crianzas en Mar del Plata.

Miguel Esteban, el bisabuelo de José, fue el primero en echar raíces en la ciudad. Aunque por varios años continuó con su vida nómade, tan característica de la comunidad gitana, el hombre decidió hacer base en una casona de Juan B. Justo y Don Bosco. 

En esa misma anteesquina José vivió hasta casarse con Margarita, hace casi 20 años.

¡¿Gorditaaaaaa, que estás haciendo gorditaaaa?!

La frase con la que José le pregunta a Margarita qué cocina se viralizó más que el posteo de la Peatonal. El audio se usa para acompañar otros videos, de otras personas que amasan, que preparan milanesas, que cocinan a la parrilla o que hacen guisos de verduras.

Ahora bien. Qué llevó a José Reyes, 34 años, gitano, marplatense, vendedor de autos, apasionado de los videojuegos y padre de cuatro hijos a abrirse una cuenta de Tik Tok, una de Instagram y una de Facebook y no parar -en ninguna- de sumar seguidores. La respuesta carece de toda espectacularidad: José sólo quería atesorar recuerdos de su familia y mostrarle a los suyos lo que comía. 

En su vida creyó que cocinar con Margarita, pasear por el centro de Mar del Plata o mostrar a sus hijos jugando a la Play lo convertirían -como él mismo se define- en un “influencer”.

¿Por qué los siguen tanto, José, por qué los videos estallan así de reproducciones?

Porque no pensaban que éramos así. Algunos en los comentarios nos dicen que las mamás les decían que no vinieran con los gitanos porque los íbamos a secuestrar. Y ahora ellos me dicen que quieren que los adoptemos para comer todo como comemos nosotros. Siempre hay mensajes buenos y malos, pero yo veo que mis fans les responden, se enojan y no hace falta que yo diga nada. Yo veo eso y les pongo un corazoncito. 

Cuando supe que José nos recibiría en su casa, gugleé gitanos en Mar del Plata. Para mí sorpresa, apareció poca información. Un trabajo académico de Marta Arana, una nota periodística de 2021, dos fotos de Alfredo Cardozo y varias noticias policiales.

Pensé que había combinado mal las palabras. Volví a buscar: gitanos marplatenses, av. jara gitanos, gitanos general pueyrredon, comunidad gitana mar del plata. Nada nuevo en el horizonte de Google.

Algo estaba pasando

Algo que yo no entendía y que necesitaba entender antes de encontrarme con José.

Algo que cuando me lo contaron me hizo comprender mejor por qué José -más allá de su notable carisma- es un fenómeno de vistas y likes en las redes sociales.

Yésica es gestora cultural y forma parte de la Asociación Civil Marea, una organización que desde hace cinco años trabaja con 35 familias gitanas. Por empezar, me aclaró que no hay datos sobre la cantidad de personas que integran la comunidad en Mar del Plata: se dice que son entre 14 y 20 mil, pero no hay censo que lo convalide. 

Como por años y años tuvieron vidas nómadas, muchos no asistieron regularmente a la escuela. Si bien las nuevas generaciones completan los ciclos lectivos -sin ir más lejos, José y sus cuatro hijos-, de su cultura e historia no hay mucho registro escrito. La mayoría se transmitió de manera oral, entre integrantes de la comunidad y en Rrom, la lengua originaria que -junto al castellano- hablan todos.

La apertura hacia los criollos, como nombran a los que no somos gitanos, fue muy resistida, sobre todo por los más viejos de la comunidad. En parte lo explica el señalamiento y prejuicio a ese modo de vida. Más de uno habrá escuchado de chico a su tío, a su abuela o a su padre amenazar con “llevarte con los gitanos” si no nos portábamos bien. 

Al hablar de esto, Yésica menciona la idea del antigitanismo: “Es un concepto que se está utilizando mucho para describir y nombrar las acciones a través de las cuales, por su cultura, por sus modos de decir o actuar, las personas de la comunidad gitana son discriminadas”. 

Contra esa lógica estigmatizante, la secretaría de DDHH del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación elaboró en 2021 una guía de recomendaciones para el tratamiento con enfoque en derechos humanos de la población gitana. El documento, que todavía está a disposición en argentina.gob.ar, es un punteo de abordaje sobre temas de la comunidad gitana para medios audiovisuales.

En uno de los primeros posteos de José en redes se ve a Margarita encorvada, en la punta de la mesa, jugando a la máquina -como le dice a la Play- con una cara que roza el piso. Ahora, en ese mismo lugar, pero tentada, reconoce que no estaba descompuesta, ni enojada, estaba arisca: no quería saber nada con eso que hacía su esposo.

-¿Y qué te hizo cambiar de opinión, Margarita? 

Que él me decía, ´mirá gordita, hay muchos comentarios de vos´. Ah, si hay comentarios vamos a que salgo yo también, me prendo yo también.

Y vaya si se prendió. 

-Ahora donde vamos somos el gordito y la gordita. Y eso para nosotros es… te sorprendes. En la carnicería, en la verdulería, en todos lados. Baja la gente de los autos y dicen vamos a sacarnos una foto, que te sigue mi hijo, que te sigo yo. Ahí donde fuimos al Paseo, lo siguieron a José para sacarse una foto, hacían cola, le decían crack.

En los videos de @jose_reyes121212 hay otra mujer con hinchada propia: La Carlota, la hermana más chica de Margarita, de 26 años. Apareció en dos o tres videos, fue sensación, pero se escabulló enseguida. José fue a su casa para convencerla, porque los seguidores la reclamaban.

Se ve que la insistencia surtió efecto: La Carlota reapareció este fin de semana armando la picada para el almuerzo familiar.

Apareció Carlota, muchachos, grita José

-Aparecí, responde ella

Miren a donde está la Carlota

-Gracias por reclamame todo el mundo

Desde la mesa rectangular que ocupa el centro del comedor se pueden ver casi todos los ambientes de la casa. Sólo hay puertas en el ingreso y en el baño. Del resto de las arcanas cuelgan cortinas: una blanca de flores lleva a la pieza; la otra, color manteca, de dos metros de ancho, desemboca en la cocina.

A un costado, sobre el calefactor, entre dos ventanas que dan a un paredón gris, un televisor gigante para las noticias y otro más chico para la Play, para esa consola que en uno de los últimos videos de José, Jesús acaricia como si fuera un perrito. 

Enfrentado a los televisores, tres sillones -dos simples y uno doble- tapizados con una felpa gris brillante con un diseño de hilitos enmarañados blancuzcos, negros y crudos. Para completar la escena en el living, una mesita ratona con un mantel de plástico con arabescos de mil colores.

A unos pocos metros, dos camas: una de una plaza y una matrimonial. Encima, un acolchado de flores verdes con fondo blanco, otro colorado de peluche y unos 10 almohadones amarillos.

El empapelado lo gobierna todo: círculos negros entrelazados, con fondo blanco, que van de arriba a abajo, de un costado a otro, en no menos de 60 metros cuadrados de comedor. 

En el mismísimo corazón de ese ambiente multiuso, el techo se recorta y sube ovalado: un medio círculo al cielo, con una lámpara. 

Una carpa de cemento en medio de la ciudad.

-Gorditaaaaa- grita José entrando a la cocina

-¿Qué pasó?- pregunta Margarita, con su pollera tableada amarilla y violeta.

-¿Qué estás haciendo ahí?

Acá te cociné un pechito de cerdo a la española, eh– responde y levanta el trozo de carne de la fuente, tierno, dorado, rodeado de papas asadas.

-Esto se ve espectacular, gordita.

-Ahora sí gordito, ¿me queres más?

-Sí, te quiero mucho, mi amor, qué espectacular, es algo impresionante lo que hacés.

Todo con amor te lo hago.

El video que José y Margarita filmaron mientras hacíamos la nota, no dura más de 30 segundos. En 48 horas acumuló 3 millones de vistas en Tik Tok. 

-Vos viste, nosotros no actuamos. Cuando quiero grabar, saco el teléfono, toco el botón y es natural lo que hacemos. Digamos que no pensamos nada, toco el botón y listo. 

Cuando les pregunto qué les gustaría que pase después de esta avalancha de megusta y reproducciones, los dos me responden como si ya se lo hubieran charlado: un programa grande, un Gran Hermano para que todos conozcan el mundo gitano.

Como si acaso no estuvieran creando su propio reality.

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