martes 2 de julio de 2024
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Historia de una cartonera organizada: la vida de Andrea Sánchez

Tiene 52 años, cuatro hijos, doce nietos. Desde los 16 recupera residuos. Arrancó en carro, revolvió basura en la quema, formó parte de CURA, hoy es referente de la cooperativa de Recicladores Urbanos del MTE. Sus días como trabajadora de la economía popular.

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Cuando se conocieron y finalmente aceptó salir con él, Javier le prometió llevarla a un lugar bien cheto. Ella lo esperó ansiosa, coqueta. No todos los días se tiene una primera cita.

Sin embargo, 36 años después, confiesa que no esperaba un paseo en carro tirado a caballo. Así todo, se subió, y entre juntada y juntada de cartón, llegaron hasta la calle Alem. 

Estacionaron, compraron un helado, compartieron la tarde y no se separaron nunca más.

Andrea intuía que ese primer encuentro con Javier sería el inicio de una historia de amor. No se imaginaba que también sería el comienzo de sus días como cartonera, primero en la calle, después en la quema, más tarde en CURA y hoy en la cooperativa de Recicladores Urbanos Marplatenses (RUM), del Movimiento de Trabajadores Excluidos de Mar del Plata.

De la basura, un trabajo y una organización

Frenan el carro. Golpean las palmas. Esperan que la vecina abra la puerta.

Ya no hace falta explicar nada. Ellas saben a qué van, la mujer sabe qué darles. 

Desde hace un año, en el barrio Las Lilas, funciona el programa “Puerta a Puerta”, un plan de promoción ambiental pensado y ejecutado por mujeres para la recuperación -sin intermediarios- de material reciclable.

La propuesta es tan simple como efectiva: ellas van, se presentan, cuentan que son trabajadoras de la economía popular. Le explican a la vecina que una vez por semana, tal y cual compañera que se llama de tal y cual forma, va a pasar a buscar materiales que para poder ser recuperados.

Si la vecina está de acuerdo, una vez por semana, una promotora ambiental pasa a buscar esa bolsa de descartables: la idea es que siempre sea la misma para seguridad de todas. 

Ese material entra a la planta de separación y se clasifica. Una vez clasificado, se vende y de ese modo, se construye salario, se refundan hábitos en relación a la basura y se disminuye lo que se entierra en el basural.

Mientras recolectan bolsas de las cuadras que le tocan a Vivi, que también forma parte de RUM, Andrea cuenta que “los vecinos están re contentos con el programa”.

Creemos que entendieron que lo que para ellos es basura para nosotras es la materia prima con la que después podemos llevar el alimento a nuestras casas. Pero además, la gente está con ganas de hacer cambios que cuiden el ambiente y cuando les explicamos que esa separación también sirve para que los compañeros trabajen más dignamente, la gente colabora”, dice Andrea.  

Roxana vive a dos cuadras de la planta de la cooperativa y hace un año que como vecina forma parte del Puerta Puerta. A ella no hace falta ni golpearle las palmas ni tocarle el timbre para avisarle que estamos afuera: su perro se ocupa de todo.

-A mi me parece bárbara la idea, porque nosotros separábamos siempre y la sacábamos los martes y viernes. Pero ahora lo reservamos para cuando pasan las chicas, porque así nos ayudamos entre todos y cuidamos el ambiente.

Por mes, con el Puerta a Puerta, con los puntos verdes y los convenios institucionales, entre otras cosas, los 40 trabajadores y trabajadoras de la cooperativa RUM recuperan tres toneladas y media de material reciclado: 8 mil kilos de vidrio; 14 mil de cartón y papel; 8.2 mil de metal y 4.7 mil de plásticos, pet y nylon.  

Bajó bastante el trabajo en estas semanas. Salís a la calle y no ves el material como antes. Una, porque hay más compañeros en la calle, que antes hacían changas y con eso ya llevaba el sustento a su casa. Hoy no tienen eso y entonces están reciclando. Y después, incluso, en el Municipio antes sacábamos dos bolsones y ahora sacamos uno o uno y medio. Pero bajó mucho el material en estos últimos dos meses, apunta la referente de RUM, mientras llegamos a una esquina donde confluye otro carro tirado por mujeres y se descansa en ronda, con un cigarro en la mano.  

De la vergüenza al orgullo

Andrea Fabiana Sánchez tiene 52 años, cuatro hijos y 12 nietos.  

Primero vivió en el barrio Las Heras, después se fue al campo, al tiempo volvió a elegir la ciudad: hoy tiene una casita en Parque Palermo.

Así como nunca imaginó que aquella primera cita con Javier sería su inicio en el cartoneo, tampoco pensó que con el correr de los años se convertiría en referente y portavoz de una de las ramas productivas del MTE, de la mano de su propia familia.

-Cuando eran chicos, a mis hijos les daba vergüenza lo que hacíamos. No querían que fuéramos al basural, a la quema. Ellos no querían que se enteren de lo que hacíamos. Y nosotros, en ese momento, como llegamos ahí por necesidad no entendíamos que era un trabajo lo que hacíamos. No entendíamos que separar esa basura y venderla era un trabajo. Después de entrar a la cooperativa (CURA) empecé a trabajar mejor, ya no estaba tanto agachada, no estaba la montaña de basura, teníamos un baño, podíamos lavarnos la cara y las manos. Nos dimos cuenta que teníamos derechos, que éramos trabajadores.

Al tiempo de dejar CURA, Andrea se sumó a los Recicladores Urbanos Marplatenses.

-¿Y qué te dicen tus hijos ahora?

-Están re contentos. Hasta me vieron en la Universidad. Cuando empecé a capacitarme para promotora ambiental ya me veían de otra manera. Ellos también vieron que esto es un trabajo.

Las calles son nuestras

Que el Puerta a Puerta sea un programa para mujeres no es porque sí: hay una intención y un desafío, una decisión política de cómo habitar la calle y el trabajo.

Andrea lo explica mejor: Nosotras organizadas y en la calle nos empoderamos. Te manejamos un sampi, te hacemos un fardo. Estamos al mismo nivel que cualquier compañero. Lo difícil en la calle son los carritos, porque un día de suerte lo traes pesado, quizás con 150 o 200 kilos, pero bueno, nosotras no salimos solas: salimos juntas”.

Cómo que no trabajo

Sentada en el galpón de reciclado de Alberti y República del Líbano, ya cerca del horario del almuerzo, la pregunta le cambia el gesto a Andrea; le robustece la cara.

-No sólo que hicieron un recorte feroz, sino que criticaron descarnadamente a quienes cobraban el Potenciar Trabajo, forzando la construcción del discurso del plan social, cuando en verdad era un complemento salarial por trabajo. ¿Qué sentís cuándo escuchas esos comentarios? ¿Cómo lo vivís?

-La verdad es que lo vivimos mal, y encima ahora le ponen ese nombre de Volver al Trabajo, como si fuéramos planeros que no trabajamos. No se quiere entender que era una ayuda para completar el mes a cambio de una contraprestación. Nosotros acá tenemos horario de entrada, de salida, cumplimos todos los días, llevamos el control de las faltas entre compañeros. Trabajamos todos los días. Pero hoy tenemos compañeros que dejaron de cobrar ese programa y hay compañeros que contaban con eso para remedios, por ejemplo, y de repente no lo cobraron o lo cobran en cualquier momento. Realmente nos ayudaba mucho. Y hoy, sin eso, cuesta más vivir. Yo me siento muy dolorida cuando te dicen que no trabajas, que no trabajo. Cómo nos van a decir que no trabajamos. 

Cómo

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