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Ledda Barreiro: una historia de persecución, ausencias y búsqueda

Ledda Barreiro: una historia de persecución. ausencias y búsqueda. La referente de Abuelas de Plaza de Mayo, murió a los 88 años.

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El 9 de agosto de 2011, Carmen Ledda Barreiro declaró tres horas seguidas ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata en el juicio por los crímenes cometidos en La Cueva, el centro clandestino de detención que funcionó en la base aérea militar. “La historia la estamos construyendo ustedes detrás del estrado, nosotros frente a ustedes y los genocidas de costado. Esto no es el pasado, es el presente”, les dijo a los jueces antes de abandonar la sala de audiencias.

No era la primera vez que la titular de Abuelas de Plaza de Mayo declaraba ante la justicia, pero parecía la última. Cuando los jueces le dijeron si quería hacer una pausa, les dijo que no. Tomó dos o tres sorbos de agua y siguió contando su historia de persecución, ausencias y búsqueda.

La vida de Ledda y su familia podría ser una tragedia si no fuera tan real: una hija embarazada desaparecida; un hijo y una nuera presos durante seis años; ella y su marido detenidos desaparecidos por cuatro meses y un hijo que a los 13 años ya se había hecho la idea de que jamás volvería ver a sus padres. La recuperación de la democracia; Abuelas de Plaza de Mayo y la restitución de los nietos; Jorge Julio López y el terror que regresa; el juicio y castigo que se hace realidad; la búsqueda incansable de ese nieto o nieta nacido en cautiverio.

Ledda estaba a punto de casarse cuando conoció a Alberto Muñoz. Tres años después, el 22 de julio de 1955, tuvieron su primera hija, Silvia. Un año más tarde, nació Antonio Alberto (Beto) y el último en llegar fue Fabián.

El comienzo de todo

En 1975, Silvia estudiaba Psicología y militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y Montoneros; Beto tenía 17 años, y era un militante reconocido de la Unión de Estudiantes Secundarios. Ese año iba a ser padre de una nena.
Ledda tenía una idea de lo que implicaba la militancia política de sus hijos. Pero tomó dimensión del peligro, la noche que una patota de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) comandada por el abogado ya fallecido Eduardo Cincotta, entró a su casa.

Silvia y Beto no estaban. Los hombres armados se la agarraron con Fabián que tenía 9 años. Lo golpearon a patadas y a trompadas. Se fueron con una foto de Beto y un botín que incluyó hasta los cubiertos. Así empezó la persecución que finalizó en abril de 1978.

Beto y su novia se fueron a Mendoza; Silvia dejó la facultad y el matrimonio con el más pequeño pasaban de casa en casa. Durante ocho meses, vivieron vigilados y tratando de escapar.

Para finales de 1975, Alberto, Ledda y Fabián se instalaron en Bariloche. Allí supieron que Beto, su novia y la bebé habían sido detenidos en Mendoza. En una plaza de la capital cuyana, Fabián vio que en la tapa del diario estaban las fotos de su hermano y de su cuñada. El título decía “los presos políticos torturados”.

El director del penal levantó uno de los muchos teléfonos que tenía sobre su escritorio y dijo: “Traigan al recluso Muñoz”. Beto estaba muy desmejorado había sido torturado y le habían puesto un uniforme gris”, recordó Ledda delante de los jueces. En esa cárcel también estaban su nuera y su nieta recién nacida, pero no pudo verlas.

Al poco tiempo, Beto fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata y su nuera a la cárcel de Devoto. La bebé, había sido entregada a la abuela materna.

El matrimonio Muñoz y el pequeño Fabián cambiaron de destino: de Bariloche a Paraná. Las visitas a La Plata para ver a “Beto” eran constantes. Estaba en el “pabellón de la muerte”. Siempre hubo un acuerdo tácito que impuso “Beto” durante las visitas: no se hablaba de lo que pasaba en la cárcel.

Con el golpe de Estado, Silvia, pasó a la clandestinidad junto con su organización y también vivía en La Plata. Compartía una casa con su novio Gastón. Alberto y Leda tenían que someterse a todas las normas de seguridad cada vez que querían ver a su hija. Nunca supieron donde quedaba la casa.

Beto fue trasladado a distintas cárceles hasta terminar definitivamente en Caseros. Allí también iban Leda y Fabián a visitarlo.

El secuestro de Silvia

Ledda junto a la imagen de Silvia en al Facultad de Psicología. Foto: Marcelo Núñez.

Silvia y Gastón tuvieron que cambiar de casa por seguridad. Leda, Alberto y Fabián estaban viviendo en Córdoba luego de un nuevo traslado de Casinos.

En diciembre del 76, irían a La Plata para pasar Navidad con Silvia y Gastón que tenían un regalo que hacerles. El plan era pasar nochebuena en un restaurante de La Boca. Como siempre había una cita en una plaza de La Plata y de allí partirían a festejar.

A las 8, Silvia no llegó a la cita, entonces Leda sabía que tenía que volver a las 12. Cuando volvieron estaba sólo Gastón. Les dijo que Silvia no había vuelto a dormir y que el regalo que querían darles era decirles que estaban esperando un hijo.

Buscaron a Silvia durante tres días y volvieron a Córdoba. Gastón no quiso irse con ellos porque iba seguir buscando. Silvia fue vista por última vez en el Pozo de Banfield. Allí tuvo a su hijo. Gastón también permanece desaparecido.

Silvia fue vista en la Brigada de Investigaciones y en la comisaría quinta de La Plata, en el Pozo de Arana y en el Pozo de Banfield, los centros clandestinos de detención del Circuito Camps.

Adriana Calvo fue secuestrada el 4 de febrero de 1977 en La Plata cuando estaba embarazada de 6 meses, y compartió con Silvia las mismas sucursales del infierno. Fue liberada en abril de ese mismo año.

“Silvia cantaba para darnos fuerza y no mataba a las hormigas que había en la celda porque decía representaban la libertad que nos habían quitado”, recordó la sobreviviente.

Ledda y Alberto

Ledda, junto a otras dos sobrevivientes de La Cueva, espera la sentencia para sus captores. Foto: Marcelo Núñez.

Alberto pidió un nuevo traslado al Casino de Mar del Plata. Los tres desembarcaron en un departamento de Independencia y Vieytes. El 16 de enero de 1978, a pocos días de llegar, Ledda fue sorprendida por cuatro hombres que le taparon la cabeza con una funda de almohada y se la llevaron del departamento en absoluto silencio sin que Fabián –que dormía en su cuarto-, se enterara.

Alberto había sido capturado dos horas antes cuando ingresaba al edificio. Ledda no lo sabía, pero su marido estaba en La Cueva con ella.

Las sesiones de torturas eran salvajes. “La mesa que utilizaban para atar a los detenidos y “picanearlos” tenía la marca de un cuerpo en cruz. Nunca pudieron borrárselo”, recordó Ledda aquella tarde en la sala de audiencias. Los torturadores en el banquillo de los acusados, miraban el piso.

Finalmente, Ledda y Alberto se vieron. A partir de allí se comunicaban todos los días. Él tosía a la mañana y ella sabía que estaba bien y respondía.

Después de cuatro meses, el 18 de abril de 1978, fueron liberados. Desde ese día, Ledda comenzó a buscar a su nieta o nieto nacido en cautiverio.

“Beto” recuperó la libertad después de 6 años y se fue a vivir a España con su mujer y su hija. Hace algunos años, regresó a la Argentina y continúa su militancia política.

Ledda fue elegida presidenta Abuelas de Plaza d Mayo Mar del Plata y pudo ver como sus compañeras se reencontraron con sus nietos y nietas. Cada restitución la sintió propia. Nunca perdió la esperanza de encontrar al hijo de Silvia y Gastón.

Fabián se sumó al trabajo incansable de su mamá y milita en los organismos de Derechos Humanos. Hoy escribió el mensaje que nadie quería leer: «Hola cumpas, hoy alrededor de las siete falleció nuestra Referente de Abuelas, la compañera de lucha, mi vieja. Ya no sufre más. Ayer pasó un día muy bueno y pudo recibir abrazos y saludos de mucha gente querida, cumpas de lucha y de la vida».

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